martes, 25 de septiembre de 2007

The God Delusion, Richard Dawkins

Finalmente he terminado de leer el libro de Richard Dawkins The God Delusion (El Espejismo de Dios en versión castellana). Sin ningún lugar a dudas ha sido una de las lecturas que más he disfrutado en muchísimo tiempo, y el descubrir a Dawkins ha sido para mí algo tan revelador como lo fue descubrir en su tiempo a Bertrand Russell. De hecho, creo que los dos comparten mucho. Ambos son dos intelectuales con una capacidad de elaborar y transmitir ideas como pocos, que yo conozca al menos. Russell quizás abarcaba más en su conocimiento, que iba desde las matemáticas hasta la filosofía pasando por la física, la astronomía, la sociología y seguro que se me queda alguna otra en el tintero (bueno en el teclado). Sin embargo Dawkins, siendo biólogo y ardiente defensor de la teoría de Darwin sobre la selección natural, presenta sus argumentos desde un ángulo diferente y más basado en el conocimiento científico, lo que para mí ha sido un goce tremendo, al poder profundizar un poco en ese mundo tan apasionante del evolucionismo.

Dawkins hace una disección de las diferentes corrientes creacionistas, teístas, panteístas, deístas y ateas, las cuales presentan una diversidad en visiones y actitudes que a uno lo dejan perplejo. Por ejemplo, Einstein ('acusado' a menudo de haber creído en el dios judeo-cristiano) entraría en el saco panteísta - que es la
doctrina de quienes creen que la totalidad del universo es el único Dios. Parece que Einstein tenia algún tipo de "sentimiento religioso cósmico", que incluso parece que ni él mismo podía dilucidar. Sin embargo en el mayor, y potencialmente peligroso, saco teísta - creencia en un dios personal y providente, creador y conservador del mundo - se puede encontrar a especímenes como Osama bin Laden, G.W Bush, la madre Teresa o las monjas carmelitas descalzas.

Dawkins representa el espectro (d)teísta-ateísta en una lista de siete posibles interpretaciones sobre la cuestión de dios:
  1. Teísta convencido. Probabilidad de la existencia de dios a 100%. Según C.G Jung, "no creo, sé".
  2. Probabilidad muy alta, pero inferior a 100%. Teísta de facto. "No tengo absoluta seguridad, pero creo ardientemente en dios y vivo mi vida asumiendo que existe".
  3. Probabilidad mayor del 50% pero no muy alta. Técnicamente agnóstico pero con tendencias teístas. "No tengo certeza pero tiendo a creer en dios".
  4. Exactamente 50%. Agnóstico completamente imparcial. "La existencia o no existencia de dios son equiparables".
  5. Inferior al 50% pero no muy baja. Técnicamente agnóstico pero con tendencias hacia el ateísmo. "No sé si dios existe pero tiendo a ser escéptico".
  6. Probabilidad muy baja, pero no llegando a 0%. Ateo de facto. "No tengo certeza absoluta pero pienso que dios es altamente improbable".
  7. Ateo convencido. "Sé que no hay dios con la misma convicción que Jung 'sabe' que lo hay".
Personalmente, me encuentro en la categoría en la que se encuentra Dawkins; en la 6. Sintomático es el hecho que apunta Dawkins sobre lo improbable que es conocer a alguien de la categoría 7, pero sin embargo la categoría 1 (su polo opuesto) está bien poblada. Creo que este tipo de análisis basado en los muchos matices que se encuentran entre el creo o no creo son muy acertados. Me recuerda en cierta manera a la iniciativa Political Compass que matiza el espectro de orientaciones políticas que existe entre el ser de derechas o de izquierdas.

Quizás, el único "punto débil" que observo en los argumentos, por otro lado demoledores, de Dawkins, es la escasa referencia que hace a los factores político-económicos en relación con los efectos perniciosos de la religión. Dawkins los menciona por ejemplo en conexión con los problemas de Irlanda del Norte, del conflicto Israelo-palestino o con la "guerra" contra el terrorismo. Sin embargo, creo que para abarcar todos los ángulos de analisis que afectan estos fenómenos Dawkins tendría que ser, no solo el increíble científico que es, sino ademas un magnífico politólogo, sociólogo, economista y filosofo. Pero esa "carencia" se puede suplir leyendo a otros magníficos intelectuales en esos campos que ofrecen esos ángulos diferentes para así poderse construir una visión mas amplia y equilibrada. Aun así el libro es un disfrute continuo, e incluso cuando toca temas relativos a la biología, la física, astronomía y la química, lo hace de una manera muy accesible para los que carecemos de ese conocimiento.

jueves, 13 de septiembre de 2007

¿Y yo qué puedo hacer?



“El crecimiento con el único fin del crecimiento es la ideología de la célula cancerígena”
Edward Abbey

Cuantas veces habré escuchado la pregunta que encabeza esta entrada. Creo que es un síntoma claro de la impotencia que la mayoría de la gente siente ante el devenir de fenómenos y tendencias como el sistema económico y político, la inmigración, la pobreza en el mundo, las guerras, etc. Sin duda, yo mismo me la he hecho durante mucho tiempo, y aun le doy vueltas a la cabeza para ver si se puede hacer algo más, aunque sea un poco, en nuestra vida cotidiana. El objetivo es tomar conciencia de nuestras acciones y del impacto que tienen y pueden tener, y así tratar de encaminar nuestra actividad hacia fines más beneficiosos y duraderos para la mayoría de los seres humanos y para el ecosistema. Aquí propongo una serie de iniciativas que en casa intentamos seguir, y en las que tenemos la esperanza de poner nuestro granito de arena en cuanto a mejorar nuestro impacto en la sociedad y en el medio ambiente. Sin duda habrán más cosas que se pueden hacer, e incluso siempre se puede hacer un mayor esfuerzo de coherencia y consistencia, así que a cualquiera que se le ocurra cualquier otra iniciativa por favor que no se quede sin compartirla, inclúyela en los comentarios.
  • Apoyar a las cooperativas de todo tipo. Sus fines son menos egoístas, su funcionamiento democrático, tienen un impacto más positivo en la sociedad. A diferencia de las grandes empresas cuyo fin exclusivo es aumentar los beneficios de los ejecutivos y accionistas, considerando todo lo demás como meros factores de producción en la ecuación del crecimiento económico.
  • Comprar productos biológicos, de comercio justo y de producción local. Habría que apoyar iniciativas que primen la calidad por encima de la cantidad, incluso si hay que pagar un poco más. Suelen ser productores pequeños y no las grandes compañías alimentarias, cuyo objetivo es maximizar beneficios para los accionistas, las que se preocupan más por producir productos de bajo impacto ambiental, saludables y con vocación igualitaria. El comercio justo ayuda a los pequeños productores de los países más pobres a que obtengan precios más acordes con su trabajo, es decir a no ser explotados por las multinacionales y el mercado.
  • Abrir cuentas bancarias y/o invertir en fondos que garanticen inversiones sociales no especulativas. De esta manera se le manda un mensaje a la banca y a los principales inversores por el que se deja claro que queremos saber en que se utiliza nuestro dinero y que por lo tanto no queremos que lo utilicen en oscuras operaciones financieras de carácter especulativo, poco éticas y que tanto condicionan las economías de los gobiernos y de los ciudadanos.

  • Mantenerse informado sobre la actualidad política nacional e internacional. La ignorancia y el desinterés de los ciudadanos se encuentran entre las principales causas por las que los que abusan del poder y tienen motivaciones egoístas y desconsideradas pueden hacer y deshacer a su gusto. Igualmente son la raíz de los sentimientos de impotencia y descontento que pueden tener consecuencias desastrosas en nuestras sociedades.
  • Elegir bien las opciones políticas por las que se vota. Votar por opciones políticas que tengan programas acordes con un sistema menos basado en el crecimiento económico puro y duro, que se preocupen por la igualdad, la redistribución de la riqueza y la solidaridad social a escala nacional e internacional, respetuosos de la pluralidad ideológica, religiosa, cultural.
  • Intentar consumir menos y mejor. No dejarse llevar por las tácticas mercantiles conducentes a consumir más y más para así poder sostener lo insostenible, es decir, el crecimiento constante de las industrias y de los beneficios de sus accionistas. Un ejemplo claro es el de la industria automovilística. Ya no les basta que todo el mundo tenga coche, también quieren que en cada familia haya más de un coche y además que se cambien los coches cada año, dos años, para así seguir creciendo y produciendo beneficios para los ejecutivos y accionistas.
  • Participar en la manera de lo posible en iniciativas de intercambio, sin animo de lucro, de conocimiento y de trueque de cualquier tipo. Intentar aprovechar y participar en iniciativas como Wikipedia, Mozilla, Itrain Online, y los cursos que algunas Universidades ofrecen de manera libre. El conocimiento debería ser libre y gratuito para todos, y no basado en las reglas de mercado que tantas desigualdades e injusticias crean. En principio, este tipo de iniciativas no han de ser negativas para las economías, ya que si se descomercializan sectores como los mencionados significa que las personas tendremos menos necesidad de gastar y por lo tanto también de ganar menos dinero.
  • Intentar reducir nuestro impacto ambiental. Reciclar, ahorrar energía, usar medios de transporte común, caminar e ir en bici a los sitios en la medida de lo posible.

martes, 11 de septiembre de 2007

Una semana en los Alpes austriacos

Con este pequeño relato de nuestras primeras vacaciones como trío familiar de tres en los Alpes austriacos de Austria quisiera iniciar este bitácora blog en la telaraña mundial de la intenné.

Después de pasar casi todo el verano en el gran ducado (de Luxemburgo), que debido a unas condiciones climatológicas especialmente perrunas se hizo bastante duro de tragar, casi como una calada de un ducados negro de aquellos que te arañaban el esófago y te destrozaban los pulmones. Aun así la ilusión que nos hacía pasar una semana en los Alpes con nuestra Clara nos facilitó mucho la espera.


Decidimos tomar la ruta que atraviesa Alemania de oeste a sur en vez de pasar por Francia y Suiza. Todo hay que decirlo, y es que gran parte del atractivo de la ruta elegida fue que en Alemania las autopistas son gratuitas y las hay por doquier, así que nos levantamos tempranito y tomamos autobahn y manta. La salida fue temprana esperando que Clara, a la que no le gusta particularmente estar sentada mucho rato en el dichoso maxicosi (bueno ni en la mayoría de los asientos), no protestase demasiado.

Todo comenzó bien, pero pronto nos dimos cuenta que el hambre apretaba y, quizás debido a la falta de sueño, Helena y yo nos pusimos a fantasear sobre lo maravilloso que seria encontrar una venta donde comer unas tostás con jamón, manteca colorá o algo por el estilo en algún cruce alemán de las Cabezas. Pero pronto dejamos de delirar y nos dimos cuenta que los alemanes, a pesar de sus muchas virtudes, carecen de esa maravillosa costumbre. Incluso nos preguntábamos si les gusta comer en absoluto, porque durante cienes y cienes de kilómetros no encontramos ni una mísera estación de servicio que ofreciese aunque fuera un mísero pastelillo. Sin embargo, nuestra fe en los alemanes volvió a resurgir cuando llegamos a la desconocida ciudad de Pirmasens, en medio de ninguna parte, y en la que sin embargo encontramos un mercado repleto de productos frescos y riquísimos de los que dimos buena cuenta, como los riquísimos brezel que nos encantan.

Tras horas de Autobahn, alguna que otra obra y atasco, llegamos a nuestro destino en Brand, Austria. El primer problema que se nos presentó fue el alemán, que con el añadido del acento y peculiaridades austriacas, demostró ser un hueso duro de roer. Menos mal que Helena se defiende bastante bien, si no hubiésemos estado a base de pan y agua. Entre las peculiaridades del alemán de Austria (y según parece del sur de Alemania) está el saludo típico. Literalmente traducido "Grüß Gott" significa "saludos dios", así que entre la altura de los Alpes y el que te saluden todo el día como a un dios uno se siente un tanto omnisciente y omnipotente. Aun así es una sensación muy pasajera, porque cuando me seguían hablando me daba cuenta que no tenía ni papa de alemán y la omnisciencia se iba al garete, y no digamos la omnipotencia, porque la impotencia que se siente es máxima cuando no puedes preguntar ni la hora.

La semana transcurrió de manera muy agradable, sana y activa. Las comidas en el hotel eran de lo más sano y nos llenaban de energía para hacer caminatas y estar pendientes de Clara, que también requiere más energía que subir más de una montaña. Ella se lo pasó muy bien siempre rodeada de niños con quien jugar y de cosas que agarrar y romper, enchufes que tocar, esquinas de mesas y sillas con las que chocar, escaleras por las que caer. Pero ahí estábamos nosotros evitando todo posible descalabro. Pensándolo bien, entre la comida sana, las caminatas por la montaña y nuestro constante correr tras la incansable de Luxemburgo, no me extraña que cayésemos tan hechos polvo en la cama por la noche. Y claro, más de uno pensará que dormíamos como benditos, pues no, la incansable también se despierta varias veces por la noche y no te deja descansar como se debería (sobre todo a la pobre de Helena). Aun así, no cambiaríamos a nuestra Clara por nada en el mundo, y mirándolo bien es una buena ayuda para no engordar demasiado.

Como anécdota curiosa aunque no divertida, a Clara le dio fiebre y le salió un sarpullido raro en las piernas, así que decidimos llevarla al médico. De nuevo hay que quitarse el sombrero ante Helena, porque si me llega a pasar a mi eso no sé que hubiese hecho. Aun así, no fue nada serio y tanto la fiebre como el sarpullido se pasaron rápido. También aprendí alguna que otra palabra en alemán y me está entrando el gusanillo de aprenderlo, aunque sea un poquito. Total que Clara se puso un poco kranke y la tuvimos que llevar a la Krankenhaus, en la que nos atendió un médico que me recordó al psiquiatra austriaco loco de la película de Billy Wilder primera plana, que a quien no la haya visto se la recomiendo ardientemente. El hombre resultó ser muy competente, y aunque la pinta que tenia no le hacia ningún favor, nos tranquilizó mucho, bueno a Helena más bien porque yo necesitaba de la traducción para tranquilizarme.

Al final nos fuimos con pena de los Alpes los cuales no nos decepcionaron lo más mínimo e incluso nos encantaría volver a repetir.

lunes, 10 de septiembre de 2007

La fase de globalización actual y los retos básicos que plantea

La globalización sólo se puede entender como un fenómeno dinámico y multidimensional cuyos efectos se dejan sentir de manera diferente en distintas partes del mundo así como en diferentes sectores de población. Además, la globalización suele ser interpretada de manera muy diferente según se la considere como un fenómeno que tiene una trayectoria irreversible con consecuencias que aumentan de manera exponencial, o bien, de una manera menos determinista, se cuestiona su alcance e incluso se llegan a proponer vías alternativas.

La globalización se podría describir brevemente como la creciente interrelación e interdependencia en los ámbitos económico, financiero, social y cultural a escala mundial que tienen como resultado una homogeneización de estas dimensiones de la actividad humana. La fase actual de la globalización — la llamada globalización neoliberal — se puede decir que comenzó a partir de la década de los setenta. Fue a principios de esa década cuando se abandonó el sistema monetario internacional establecido tras la II Guerra Mundial que se basaba en tipos de cambio fijo. Se empezaron a utilizar desde entonces los tipos de cambio flotantes, algo que ayudó de manera considerable a la expansión de los mercados financieros de carácter especulativo que han ido ganando en capacidad de expansión e influencia. Fue también en esa época cuando en EEUU y el Reino Unido (RU) — con la llegada al poder de Reagan y Thatcher — se empezaron a abandonar las políticas de pleno empleo, bienestar social y estabilidad macroeconómica que habían marcado las economías de los países más desarrollados desde el final de la II Guerra Mundial. Fueron estos países principalmente (EEUU y el RU) los que comenzaron a exportar al resto del mundo — gracias entre otras cosas al peso de sus economías y al papel dominante que tienen en muchas organizaciones internacionales — un modelo basado en una creciente desregulación de la economía y un papel mínimo para el estado.

En la actualidad, los países más desarrollados — en especial la triada formada por EEUU, UE y Japón — siguen en mayor o menor medida el modelo neoliberal. Esto tiene como consecuencia el que otros países menos desarrollados se vean arrastrados a adoptar políticas similares. A su vez, Organismos internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o la Organización Mundial del Comercio (OMC) condicionan frecuentemente los prestamos o ayudas al desarrollo que ofrecen a que los países receptores adopten medidas neoliberales de apertura de sus mercados. Uno de los principios en los que se basan estas organizaciones es el de ventaja comparativa, por el cual se supone que todo país ha de especializarse en aquello que se le dé mejor (aunque haya otros países que sean mejores en ello), y que hay oportunidades para todos los países al abrir y liberalizar sus mercados. Este último aspecto es visto por los detractores de la globalización neoliberal no como una oportunidad, sino como una amenaza al desarrollo humano que no hace sino perpetuar la desigualdad a escala mundial. Parece bastante razonable pensar, a la luz de los resultados, que los detractores de la globalización neoliberal van mejor encaminados.

Por un lado, algunas de las principales organizaciones internacionales en materia de comercio y desarrollo — FMI, OMC, BM —, así como la mayoría de los países desarrollados, predican e imponen a los países menos desarrollados el mantra de la liberalización y la apertura de mercados, mientras que por otro lado ellos mismos no siguen sus propios principios. Como ejemplo más claro están los subsidios a la producción y exportación de productos agrícolas en EEUU y la UE que hacen un daño terrible a los pequeños agricultores de países menos desarrollados, literalmente arruinándolos, mientras que los mercados europeo y norteamericano ponen tarifas y prohibiciones a aquellos productos (agrícolas, textiles y de otros tipos) que puedan competir con los suyos. De esta manera el principio de ventaja comparativa que tanto predican es solo impuesto en una dirección, es decir, dirección Norte-Sur.

Es curioso ver como aquellos países en vías de desarrollo que en las ultimas décadas han experimentado un mayor avance son precisamente aquellos que no han seguido la receta neoliberal. Entre ellos cabe destacar los llamados nuevos países industrializados (NPI) también conocidos como los tigres asiáticos (Malasia, Tailandia e Indonesia) y los dragones asiáticos (Corea, Taiwan, Hong-Kong y Singapur). Los gobiernos de estos países han conseguido convertir sus economías en exportadoras de manufacturas precisamente interviniendo, regulando y protegiéndolas hasta que estas estaban preparadas para competir con países mas desarrollados. Igualmente sintomático parece el caso de la Argentina, considerada durante bastante tiempo la alumna ejemplar del FMI, y que siguió al pie de la letra el mantra neoliberal de liberalización, privatización, y minimización del papel del gobierno. Los efectos desastrosos que sufrió la economía Argentina son reveladores.

A esto hay que añadir otras dimensiones de la globalización neoliberal que tampoco parecen tener efectos positivos en el desarrollo humano a escala global. Como se apuntaba arriba, los flujos de capital inversor han crecido y ganado en influencia desde que se dejaron atrás las tasas de cambio fijas y se comenzaron a liberalizar los mercados financieros en todo el mundo. Bien conocidas son las crisis que provocan estos flujos gigantescos de capital de naturaleza especulativa que tienen una gran capacidad de desestabilización. Igualmente condicionan las políticas de los gobiernos ya que si no se les complace simplemente se produce una fuga de capital allá donde se den las condiciones que los inversores buscan.

Parece que las brechas económica, social y tecnológica se están ampliando entre los países del Norte y del Sur. Así lo parecen reflejar los informes de desarrollo humano de las Naciones Unidas. Esta desigualdad tan persistente y que parece aumentar afecta a todos los países ricos como a los pobres. El fenómeno de la inmigración — que viene dado por la suma de alguno de los factores aquí mencionados — está tomando cada vez más importancia, y en Europa por ejemplo, es una verdadera tragedia diaria.

En resumidas cuentas, parece bastante evidente que para la mayoría de los seres humanos esta globalización neoliberal no presenta oportunidades sino más bien amenazas muy serias. Sin embargo, parece posible, y muy deseable, una globalización que no tenga como únicos patrones de medida el puro crecimiento económico, el enriquecimiento de ciertas elites que se supone crean riqueza para todos y el doble rasero en la imposición de normas de comercio. La globalización podría ser utilizada por los países menos desarrollados de manera que puedan proteger sus economías en etapas iniciales (como los países desarrollados hicieron a su vez con las suyas) y así crear riquezas que se distribuyan y puedan disminuir las desigualdades en los ámbitos nacional y global. Para ello los países ricos han de abandonar sus privilegios y, como se indica en el informe del PNUD 2001, considerar al ser humano como el fin del desarrollo y no como un medio para el desarrollo, rechazando su reducción a mero factor de producción o capital humano.